martes, enero 30, 2007

Hoy cumplo 1.016. (Me repito.)



Este bloggg ha traspasado ya la meta de las mil visitas, ¡gracias!
Teniendo en cuenta que se trata de un blogg poético, a veces calderoniano, casi nunca trasgresor, con escasas alusiones políticas y abundantes incursiones en el mundo femenino del maquillaje, creo que no está mal. (Autobombo y platillo.)
Cada uno tiene sus fantasmas, sus mitos y sus dioses profundos, que diría Rafa Téllez... En definitiva, cada persona tiene un discurso interior, un monólogo. El público podrá divertirse con mis ocurrencias, pero corre el riesgo de terminar conociéndose al dedillo mis temas recurrentes, y eso siempre cansa un poco.
Por si no se habían dado cuenta, me gusta la poesía, los libros, las mañanas de sábado (mucho más que las noches de viernes), los amigos, ciertos poetas, cierta lírica de chimenea y lluvia, las palmeras, las capillas medievales, Maestu y sus hayedos con vacas, el make up design. En este intercambio, este saltar de una casa a otra, se van mezclando mis discursos, gustos y disgustos con los de mis lectores, autores muchas veces de otros blogs, asentimos, disentimos pero casi siempre nos sentimos acompañados.
Y es que un blog al fin y al cabo no es más que un monólogo compartido. Un blog puede ser una casa con vistas al mar, pero también un cuarto de estar lleno de gente, con brasero y lluvia fina en la ventana.*

(* ) De nuevo abusando de la lírica invernal...

domingo, enero 28, 2007

Frases geniales

Todos podemos decir alguna vez una frase genial. Las frases geniales no son patrimonio exclusivo de Spinoza ("el hombre no es un imperio dentro de otro imperio") ni de Paco Valls ("el hombre es una explosión de alegría y caos"), ni de Chesterton, ("Dios sólo sabe contar hasta uno"), ni siquiera de una cutrefamosa del Cuore, ("¡Perraaaa! ¡Perra infernaaaal!!!)
Eso es lo bueno de las frases geniales, ¡son tan democráticas! El colgao que dijo aquello de "Bajo la noche nocturnaaaa" se merece un premio, y el político más horrendo puede descolgarse un día con un arranque divertido que nos haga reír. Y la risa redime, y hace olvidar muchas cosas (cosas que no sean del calibre de los muertos de ETA, obviously). Y es que desde aquello de "¡manda huevos!" se mira a Trillo con una medio sorna cariñosa...
Cuando yo tenía diecisiete años y alguna amiga empezaba a salir con un chico, la frase ganadora era "lo que más me gusta de él es su sentido del humor. ¡Es un payaso!" (Risas enamoradas y leve sonrrojo.) Y yo entonces pensaba, aunque me hubiera dejado matar antes de confesarlo, "¡qué tía más superficial!"
Ahora sé que estaba equivocada, porque reírse con alguien es algo bueno, y reírse con la persona que quieres, algo fundamental, casi casi como asistir juntos a recitales poéticos, o como rezar juntos.
O como cazar juntos las frases geniales que se esconden tras las esquinas más cotidianas, y paladearlas juntos a modo de pequeños mantras o talismanes. Yo tuve un amigo que se dedicaba a apuntar las frases que salían, así como al desgaire, de la boca de sus coetáneos.

viernes, enero 26, 2007

¡Cincuenta años de tele! (Salvada por el blogg)



El blogg me salvó de engancharme sin remedio a Sex and the city.

En realidad, en mi casa no vemos la tele casi nunca. Vaya, algunos pueden pasar que somos una familia aburrida: no vamos de rebajas, no vemos la tele... Sin embargo viajamos a la isla de La Palma, bailamos juntos en el salón y vemos conciertos de viejas glorias como Simon & Garfunkel. Pero no vemos la tele, así que de mi vida sólo han formado parte tres o cuatro series míticas. De pequeña veía, muy de vez en cuando, Padres forzosos. Muy de vez en cuando, pero me encantaba. En verano, mis tías me malcriaban un poco y veíamos juntas Farmacia de guardia y Cristal, pero siempre como runrún de fondo, banda sonora de lecturas y conversaciones a cuatro o cinco voces, todos hablando y viendo la tele al mismo tiempo, protestas aisladas, y yo siempre con un libro en las rodillas.

Luego llegó la adolescencia: no tuve granos, no di portazos y me horrorizaban los botellones, así que de algún modo tenía yo que mostrar mi condición de adolescente... En mi caso fueron las verduras (rechazo infinito y sin concesiones) y Médico de familia (qué adicción, colega.) En Pampaluna, ya superada la primera juventud, me aficioné a Hospital central. No puedo remediarlo, ¡me gustan los personajes! Y de mes en mes me emociono con los Simpson. Esta es toda mi historia: nunca vi Verano azul, ni Topacio, ni Gran hermano ni Salsa rosa. Ni sé quién es el pavo del ocho, ni el cuñao, ni el que dice "bajo la noche nocturna", ni he soportado nunca a los Morancos.

Así las cosas, hace algo menos de un año comencé a ver sexo en Nueva York al mediodía, algunos miércoles y jueves que comía y cenaba sola. Me atrapó el glamour, esas cuatro mujeres que, de seguro, nunca se habían tropezado en la calle, ni despistado con el autobús, ni vestido algún trapito informe, ¡siempre impolutas y haciendo juego con lo que les rodeaba! Ni abierto nunca un libro, susurraba algo dentro de mí, pero seguía pegada a la pantalla. Aquellos trajes, aquellos zapatos, aquellas comidas en restaurantes, la ciudad con ese brillo...

Un buen día, Enrique García Máiquez hizo una obra de caridad conmigo y me mandó, via email, el enlace de su blog. Y desde entonces la tele es para mí poco más que invisible. Sin embargo algo bueno tiene sex and the city:el día en que una de mis tías cumplió cuarenta años, puede consolarla diciendo que, gracias a SJP, ¡los cuarenta están de moda!

lunes, enero 22, 2007

El auge del hippy chic, la invasión chic lit y la generación bobó.

Ayer vi con mis padres La casa de los espíritus. A mí la Allende no me gusta: leí una vez una entrevista que le hacían y no me gustaron ni la entrevistadora ni ella. Tiene mucho más valor, sin embargo, que la tan famosa chic lit, ese género de libros de bolsillo con pastas de colores, escrito por treintañeras y para treintañeras, tipo "al fin juntos" o "loca por las compras". Ya saben, Sophie Kinsella, Marian Keyes... La casa de los espíritus es otra cosa: una buena novela y una buena película.
Una buena película que a mí me dio miedo: no por los espíritus sino por los personajes. Por un lado Clara, (magistral Meryl Streep), que es definida como "un ser sobrenatural". Más que sobrenatural a mí me pareció paranormal, al estilo de una Galadriel decimonónica y criolla, un ser anémico perturbado por visiones que se divierte tristemente con mover las cosas de su sitio. La suya es una sobrenaturaleza sin Dios, por eso da tanto miedo, supongo. Su mundo es un Nirvana azul y sereno que la hace ser risueña pero fría.
Férula (¿pero qué nombre es ése?) sí que da miedo, tan rígida y tan ambígua, vestida siempre de negro. Sobre todo cuando entra fantasgóricamente en la hacienda y se despide de Clara con un beso.
Esteban es el típico patrón explotador que viola y saquea a las mujeres y que se mete en política, of course por el partido conservador, "los malos". Con la izquierda hemos topado. Porque, por supuesto, tanto la novela como la película tienen trasfondo político, y como no quiero que este blogg lo tenga en demasía, sólo diré una cosa: ese trasfondo, en Europa siglo XX (y siglo XXI), resulta más convencional que la boda de un notario con una niña bien de provincias.
Y es que estamos en la era del Hippy chc, vaqueros desgastados pero de Dior, y en la generación bobó, bohemios que se visten en Armani, burguesas que enarbolan la bandera de la rebeldía y a continuación se van de shopping a Pedro del Hierro.

* AVISO PARA NAVEGANTES: Las opiniones que vierto aquí son sólo acerca de la película. La novela no la he leído, y si digo que es buena es porque lo dice mi madre, que es la experta.

domingo, enero 21, 2007

Ensalada de otoño-invierno

He vuelto, tras la fiebre navideña y los días de saudade, a mis planes tranquilos de fin de semana en Sevilla.
Sábado de librerías, fanta de naranja y tiendas pequeñas por el centro: autobús inundado de sol de colores, breve parada en la Anunciación, libros de poemas y visita al stan de Mac en el Corte inglés, donde una alemana que estudió teatro y acabó de maquilladora en España me tiñe los pómulos con un colorete dorado, hum, huele bien, ¿te gusta Calderón? Una vez maquillé a los protas de una comedia de Calderón, me dice sonriendo.
Llego a casa cargada con una bolsa de jabones para el armario: uno huele a mango tropical y es para mi madre, otro para mi piel sensible se anunciaba como Jabón sábanas de seda azul, al verlo imaginé una casa en La Rioja rodeada de viñas y mazos de espliego. Y cerca el monasterio de Cañas, con el Cristo sereno y luminoso del siglo XIV. Y dentro de la casa, cama de matrimonio con sábanas de hilo, sábanas que huelen a jabón.
Mañana de paseo, tarde de estudio. El domingo nos ha servido para seguir estudiando y para limpiar un poco la casa. Todo para acabar en misa de ocho y en el restaurante que hay en mi calle, donde sirven una ensalada templada de pato que yo he bautizado como ensalada de otoño-invierno o ensalada de Bilbo Bolsón: tiene setas, lechugas variadas, confitura de higo, jamoncitos de pato y nueces. Buen final...

viernes, enero 19, 2007

Mitad y mitad


Las mujeres son ligeras, dijo alguien en el autobús. Me gustó la frase, tan polisémica: sí, somos ligeras, chispeantes, volubles, versátiles, capaces de muchas cosas... Mi madre, al menos, es capaz de dar tres clases seguidas y una conferencia sobre Borges, ir a Misa, tomar café con una alumna en apuros, hilar retales, salir otra vez a la calle, guapísima, vestida con una blusa de Adolfo Domínguez y un vaquero que consiguió por cinco euros Dios sabe dónde, batallar en mil pequeñeces burocráticas para, a las nueve y media, ofrecer en casa un bufette mágico a los amigos del cine forum... Eso es ligereza, así somos las mujeres.
También somos ligeras en lo que leemos: de Calderón a Celia lo que dice, de Chesterton a la revista Cuore. Sí, han leido bien, la revista Cuore que, dentro de la tan odiada avalancha rosa, me hace reír de mes en mes (porque me la permito una vez al mes.) La Cuore tiene algo bueno, y es que sin insultar a nadie pone a todas en su sitio. Ya es un milagro que te demuestren, empíricamente, que Cameron Díaz tiene michelines, que Scarlett Johanson tiene pelos en las piernas y Natalia Verbeke un dudoso gusto en el vestir. Todo esto sin llamar gorda a Cameron, sucia a Scarlett u hortera a Natalia, sencillamente estarían locos si lo hicieran.
Entre Wilkie Collins y la sección de belleza de In Style vivimos muchas, y los Reyes Magos, que son Magos, se apresuran a regalarnos cada seis de enero una pila de libros, anillos y barras de labios.

lunes, enero 15, 2007

She´s got the power

Ahora me quemarán en la hoguera, pero yo, que no estoy casada, ni tengo novio, amante, concubino o apaño de lunes y miércoles, voy a hablar en favor de ellos. Ellos y el matrimonio.
En esta nuestra sociedad se habla mucho de consumismo, ya saben, estamos en manos de las multinacionales, o si no quién paga el bonito alumbrado navideño. Por mucho que algunos tuerzan el gesto, mientras El Corte Inglés exista, las navidades no peligran en el estado español.
Y, sin embargo, a mí me parece que más daño hacen el romanticismo trasnochado y el feminismo descabellado. Nos casamos con ideas tontas en la cabeza, al menos muchas mujeres, que desde niñas han sido engañadas. Para empezar han idealizado el sexo, demasiada lectura de relato erótico salpicado de corazones rosas, saturado de frases tipo "pasión entre las sábanas". A los diecisiete ella cree que él debe mandarle veinte SMS al día, a los veinte se efada si él no languidece al teléfono, el día más feliz de su vida piensa que él siempre sentirá lo mismo que ella, serán una sola alma. Y de repente llega el piñazo padre y ellas se lanzan al trampolín del cinismo y el mercado libre. Hagamos cuentas, cariño, porque yo lo valgo, yo me quedo con la casa y los niños, y tú me pasas un pastón al mes para pagar las clases de judo de Mikel y la peluquería del perro que tú le regalaste a Vanesita...
La mujer siempre tiene razón. La mujer se queda con los niños. Los niños son una mina. Del amargo desengaño al reconfortante parné, que todo lo cura. ¿Divorciarme? Chica, fue como una limpieza de cutis: entré hecha una pena y salí radiante: el negocio de mi vida.

(*) Como desgraciadamente hay de todo, debo decir que no es mi intención herir sensibilidades de mujeres maltratadas, cuyo número crece y crece como una mala enfermedad.

viernes, enero 12, 2007

Rebajas

Hoy me he detenido a ver las caras de la gente cuando salía de las tiendas. Reconozco que el fin de las navidades me pone triste, y que me enfada un poco ver el ambiente tan festivo que reina en las calles. De los puestos de castañas sigue saliendo un humo delicioso, y del aparato pseudo musical del viejo de la esquina sigue emergiendo sonido en plan melodía, ¡y no estamos en diciembre...!
Las caras de las señoras suelen ser de asombro, al encontrarse en plena acera con un paraguas chino de rayas amarillas, un par de mules, otro par de converse all star en tono verde hierba, un bolso góndola, otro baguette y seis pares de calcetines de Ágatha Ruiz de la Prada. El señor que acompaña tiene un sempiterno gesto de sí querida, o todo lo más una indignación circunspecta. Los hombres NUNCA deberían venir con nosotras de compras. A veces ni siquiera nosotras deberíamos ir.
En mi casa ya es tradición que no hacemos rebajas, por mucho que todo esté más barato, porque ya los Reyes nos lo han regalado todo. Sólo si se necesita algo, y mira qué casualidad estamos en enero, condescendemos los seres de mi rama familiar en sumarnos al caos imperante. Claro que lo de primera necesidad es un término muy relativo, porque vete tú a decir a un chinito del Congo (1) que necesitas un jersey nuevo porque el antiguo hace bolas, o una crema anti rogeurs, o una toalla celeste para el baño...
Yo necesitaba un botecito de colonia de The body shop que huele a pomelo. Los primeros días de Enero vi que se acababa y ayayay, menudo cataclismo.

(1) Los chinitos del Congo. ¡Hazlo por los chinitos del Congo!, solía decirme mi padre ante el severo plato de verduras. Papá, en el Congo no hay chinos, sino negr... Qué sabrás tú, seguro que hay chinos y se sienten desplazados, acababa diciendo él, mirando el plato con ojos de guardia civil.

miércoles, enero 10, 2007

Vacas en Santa Teodosia


A mí me gustan las vacas porque me gusta Maestu. Y en Maestu hay vacas de color café, y tienen ojos húmedos y apacibles. Mi madre dice que son tontas, yo digo que son místicas. Me gusta cómo miran, lo pensativas que se ponen, me gusta la leche que dan. Es tan espumosa, y suena tan bien en los cántaros, canción blanca, y huele a sábanas recientes y a madre buena, como los crêpes callejeros de Les Halles, en París.
De todos los rincones de cuento que hay en Maestu, mi preferido es el hayedo de Santa Teodosia. Siempre es otoño allí, siempre crujen las hojas debajo de los zapatos. Y se oyen las esquilas de las vacas, no sé de quién serán. Una vez íbamos cinco, me acuerdo, mi padre desde luego y creo que mi tía Maite y mi tía Celina, y yo, claro, y el último no sé si era mi primo Miguel o mi primo Edu, éramos cinco. Andábamos en fila india, yo remoloneaba un poco porque lo que me gusta es ver el paisaje, las ramas de los árboles que quieren escaparse. De pronto vimos una vaca, caminando a nuestro lado, paralela a nosotros. Ella hacía su camino, tan tranquilo como el nuestro pero más rápido, como se vio. A los cinco minutos se había situado la primera de la fila, así, sin hacer ruido, y la dejamos estar.
Fue una gran estampa: una vaca melancólica pastoreando a cinco caminantes despistados.

jueves, enero 04, 2007

Gracias



Ya pasó la tragiborrasca: gracias a todos. A los amigos, que como dice ese lector anónimo, (¿o lectora?), son lo mejorcito que tengo: Lord Scutum, Enrique, Cerero, Carlos... Gracias a Sonsoles por la preciosa anécdota: lo mío, como podéis imaginar, no era para tanto....
Una pequeña tragiborrasca, término acuñado por Merlín, no el mago sino el gracioso de la comedia que ocupa todos mis bytes.... ¿O pensábais que en Navidad no iba a enredarme nuevamente con la tesis? Pues desde el veintinueve le dedico dos horas y medias al día, y a fecha de hoy he llenado el 80% de lo que me había fijado... todo un record.
Os dejo con una coplilla que canta el pretagonista delante de su amada frustrada y contrariada:
Lágrimas de indignación
lágrimas son, pero impías.
Las mías más en razón
van, pues son de amor las mías:
mas ¡ay!, qué inútiles son.

En resumen, Ajmatóva cura mis heridas, pero a medias con el gran Calderón. Lágrimas de rabia, de soberbia, de orgullo herido, lágrimas son, e incluso justas o al menos necesarias, pero se borran con un poco de sol, con seis sonrisas cibernéticas.

miércoles, enero 03, 2007

Spleen

Hoy necesito una sonrisa, porque me han dicho cosas desagradables. Salgo a la calle y me entra la fiebre consumista... algo susurra dentro de mí que la solución no está en los rutilantes escaparates, sino en el Sagrario más cercano. Es mejor llorar delante de Dios que delante de los hombres.
Hay, también, una estupenda vía intermedia: llorar en las páginas de un libro. Enfoco la fiebre consumista por ese callejón, entro en Don Gumersindo y salgo con más luz en la cara y con una bolsita en la mano. Antes sólo quería llorar, ahora sólo quiero perderme en los poemas de Trapiello y de Anna Akhmátova.