miércoles, marzo 28, 2007

Las siete Barbies solteras


Hace un par de semanas, mi padre trajo un filósofo a casa, al mediodía. El filósofo dijo, entre otras cosas interesantes, que lo malo de los fenomenólogos es que ellos mismos inventan los fenómenos. Mi propio padre es filósofo, así que a poco que una quiera ver y escuchar acaba envuelta en una continua tertulia filosófica.
Cuando yo era pequeña mis padres organizaban las mejores veladas filosóficas, en el salón de casa, con amigos, colegas y maestros, y hay quien dice que a los ocho años andaba yo disparando definiciones de la libertad a diestro y siniestro, ¡horror! Recuerdo que pensaba bastante, y me recuerdo a esa edad preguntándome qué sucedería si yo no existiese. Pronto supuse que la pregunta completa era: qué me sucedería a mí, y la respuesta era nada, pues sin existir no podría interrogarme. Entonces me imaginaba abriendo una puerta, y encontrando un umbral donde había otra puerta, y luego otra, y luego otra... Harta de tantas puertas me ponía a jugar con mis Barbies, que me provocaban otra clase de preguntas.
Por ejemplo, por qué tenía yo ocho Barbies y un solo Ken. Ellas se multiplicaban en mi cajón, pero a nadie se le ocurría regalarme un Ken Hawaiano, que era lo que yo necesitaba. Jugar es inventar, así que invertía la mitad de la tarde en buscar motivos por los cuales mis siete Barbies estaban tan solas, a pesar de poseer una anatomía de infarto. Siempre había una Barbie numeraria (!), una con novio en la mili, una independiente... Al final quedaba la ganadora de mi particular Operación Triunfo, la dueña del corazón del afortunado Ken: una Barbie de rizos color castaño claro y grandes ojos violeta, a la que solía llamar Frances o Sylvia, porque mi obsesión entonces eran los nombres en inglés, fruto de mis excesivas lecturas de Enid Blyton.
Con los años acabaron regalándome el Ken Hawaiano, pero tan rubio y con ese dorado playero más parecía un playboy que un novio formal, y rotaba de mano en mano, respetando sólo a la Barbie numeraria.

lunes, marzo 26, 2007

Escapada breve a La Rioja

El viejo Logroño puede resumirse en cuatro sintagmas: casas medievales, agujas góticas, viejas bodegas de piedra y árboles desnudos debajo de la lluvia. El nuevo Logroño puede resumirse en otros cuatros: grandes avenidas, fuentes de agua bailando, tiendas iluminadas y gominolas.
Una mañana de lunes robada al calendario laboral, tras el viaje insomne y las películas infames de autobús de segunda, cabe en una sola frase: Paseo lento con mi tío Javier, sentándonos en los bancos de los parques bajo un pálido rayo de sol, disparando flashes en blanco y negro y demorándonos en librerías antiguas.

martes, marzo 20, 2007

El primer naranjo

Ver es oler. En Sevilla el tiempo se detiene en dos estaciones cósmicas: invierno, primavera. Lo demás es mentira, hechizo por evaporación del agua a cuarenta y cinco grados irreales. Anda la gente en verano como flotando, y ni siquiera el río que corre por cada cuerpo es capaz de materializar unos meses desaparecidos bajo una marea de calor.
El otoño en Sevilla no existe: no hay rojos ni dorados, no llega nunca el tiempo de la ropa de entretiempo. Septiembre es un mes robado al verano, reflexivo, con noches que amanecen más serenas y un ligero frescor como de tregua en equilibrio. Paasamos del puesto de helados al puesto de castañas asadas, y del olor a leña al primer azahar en el invierno. Escondido, silencioso, blanco, bajo una ventana gótica o en la esquina más prosaica del Corte inglés.
Entre esos dos aromas se pasa nuestra vida, quién vió el primer puesto de castañas, quién vió el primer naranjo.

* P.S.: La foto es mía, en La Palma, pero el mérito es de mi padre. Y parece que estoy mirando un naranjo, pero evidentemente estoy mirando una palmera.

lunes, marzo 19, 2007

Almería 2007

Y ahora hablaré de este loco fin de semana, comenzando por el desolado viaje en tren. El tren con su tierno traquetreo. Pero aquello, ¿era una máquina de café o una máquina del tiempo, de bostezos, de cansancio? A mi lado unos juerguistas jugaban a la play con sonoras carcajadas y voces en off, y yo sólo quería llegar, llegar, llegar.
Temo que voy a defraudar al público, pero ni he visto el mar ni he oído a Drexler. Durante estos días viví en, por y para el teatro. Y ha habido teatro de todos los colores, además de saludos, conferencias, guijarros blancos. El marco, me perdonarán los almerienses, no era tan incomparable como el de las jornadas de Almagro. Todo estaba más lejos y más tarde, todo un poco disperso.
Pero llega el primer día, y tras las palabras de rigor de organizadores, delegados culturales etcétera, esperamos como niños buenos el primer discursito del primer académico. Nada. En vez de esto, sube al estrado el director de las jornadas y nos pide que nos imaginemos inmersos en un pueblo profundo de preguerra española, en un día de fiesta. También pide que los hombres se quiten la corbata. Expectación. Mientras tanto alguien reparte paquetes entre el público, y al abrirlos, un extraño presente: boina para ellos, pañoleta bordada para nosotras. En la calle nos esperaba una banda, como de organillo, tocando pasodobles. Había un camión de época y una muchacha regalando claveles rojos. Nos pusimos a bailar pasodobles, sólo se veía una maraña de boinas y pañoletas, y los viandantes alucinaban.
Luego nos metimos otra vez en el salón de actos de unicaja, obra socio cultural, y nos representaron la última escena del caballero de Olmedo, preciosa, lúgubre, mágica. Entonces supe que todo esto era un homenaje a Federico García Lorca, que había extendido el amor al teatro clásico por toda la España rural y republicana.

lunes, marzo 12, 2007

Sol de marzo



Camino por un río de naranjas.
El aire huele a fruta y a calor,
los velos de la tierra en primavera.

sábado, marzo 10, 2007

Bloggadicta. (Todos somos frikis.)

Es un hecho demostrado: todos somos frikis. Si no hay algo que te guste, que te encante y te obsesione hasta el delirio, es que no eres humano, colega. Ya pueden ser las camisas con dibujos de calaveras que se llevan ahora, la música de Coldplay, las pecas de Gwynneth Paltrow o el helado de mascarpone en pleno mes de enero. Algo será, digo yo. A ver, confiesa. Y para dar ejemplo, confieso yo primero.
Hace unos días mi padre me llamó bloggadicta y, que quieren que les diga, me sentó mal. Luego lo pensé un poco mejor para acabar diciendo, si fuera eso sólo...
Existen adicciones eternas y adicciones temporales: por ejemplo yo, de mes en mes, me obsesiono de pronto con las hamburguesas del McDonald, es como un brote, es la mezcla de pepinillo, mostaza, carne y queso, que emana endorfinas. Casi siempre lo supero, aunque a veces caigo al abismo de las grasas polisaturadas. Adicciones de siempre, el agua mineral (sic), la poesía, la música de discman en plan ermitaña... Decididamente, las librerías y los libros, pero también otros objetos de consumo menos nobles. Queda muy bien decir aquello de "yo sólo veo los docus de la dos", cuando en verdad te pones morada de ver Cámera café y Hospital central. A mí me enganchan los libros, pero no menos me atraen las barras de labios, las revistas de moda y los anillos de plata, "la señora de los anillos" me llama mi padre.
Y los amigos, poetas y bloggeros... Una pregunta a lo Carrie Bradshow: ¿pueden los seres humanos crear adicción?

jueves, marzo 08, 2007

Todas queremos ser...

Siete de marzo del dos mil siete. La tarde comienza con una breve escapada a las tiendas del centro, en busca de vestuario primaveral. Ropa: esa palabra que para algunas supone el paraíso en la tierra y, para otras, un martirio chino. Las cuatro y media y en directo, salimos de la peluquería, (la cita de las tres of course, el horario de una mujer moderna, cariño comes solo, no quemes la cocina, entre clases, conferencias y la tesis de la niña no nos queda otro hueco...)
El jabón te va inundando la cabeza, acariciando tu cuero cabelludo, y un poco antes de alcanzar la quinta esfera del Nirvana te ofrecen un café, en plan local pijo-caro que va a pagar tu madre con la visa. Madre sólo hay una, y en mi caso, cita con el peluquero sólo hay dos: otoño/primavera, suficiente.
Luciendo un buen corte y un brillo especial por cortesía del gloss cristal matizador (¡toma ya!), nos dirigimos al suplicio fashion. Por primera vez, la sesión de compras con mi madre ha sido una fiesta, ¿estaré más delgada? ¡No: tenemos mejor humor! Nos reímos entre probadores mientras van cayéndose las perchas al suelo. Por suerte, C&a no es Mango, el tallaje es alemán y te sube tramposamente el ego haciéndote creer que cabes en una cuarenta, ¡adictas al made in Germany!
Además se llevan los talles altos, estilo imperio, y los escotes en uve, por fin ropa favorecedora para gente normal. Me apunto a la estética de blusón hippy y cazadora ligera con bordados indios. Mi madre mira con ojos críticos una blusa preciosa: el escote es demasiado, dice como buena madre, te lo coseré un poco. Vale, me lo coserás, no quiero ser indecente. Pero quiero que siga siendo un escote en uve, y que siga siendo sexy... Ella me mira con el asombro pintado en su cara. Vale, ya sabes que no suelo utilizar mucho esa palabra, pero toda mujer tiene su corazoncito.

martes, marzo 06, 2007

Mi vida con Inés

Inés es mi hermana. El único problema es que no llegó a nacer nunca. Mi madre ya tuvo bastantes dificultades conmigo, (esta niña es un milagro dice mi abuela), y cuando el predictor dio de nuevo señales de vida no quiso ilusionarse mucho, pues lo probable era que el bebé acabara perdiéndose.
Pero lo que existió, existe. Inés está en el Cielo, quizás algo enfurruñada por esta licencia poética mía de adjudicarle nombre y sexo. Inés habría sido, calculo, dos años menor que yo, y me habría hecho la vida imposible. Imagino las barbies descabezadas y mi diario cerrado con llave, para que no lo lea la entrometida de Inés. Mamá, Inés ha pintado con rotulador las mejillas de mi muñeca Maite. Mamá, Inés me coge los cuadernos y los destroza, mamá, Inés se ha puesto la camiseta de Naf Naf, la que es ¡mía!
Imagino mi vida con Inés, pero también imagino su vida. A lo mejor nos hubiera salido rebelde: antigloba, hippie perdida y con el pelo pintado de azul. O monja, acaso: una de las cuarenta jóvenes clarisas que han escrito ese libro alucinante, Clara ayer y hoy. O feliz madre de cuatro hijos... ¿Dónde estás, Inés? Por tu culpa no tengo sobrinos yo. Aunque, ahora caigo, también a mis no sobrinos les puedo poner nombres: Ángel, Marina, Miguel y Paula. El marido de Inés es uno de mis amigos poetas, de hecho hice yo las presentaciones. Gracias, me susurra mi hermana. De nada, respondo.
A lo mejor ahora sería una de esas niñas superdotados, o un regalo bello y difícil, una chica con problemas. Entonces, a finales de los setenta, no había pruebas que dictaminaran sentencia de muerte. Inés sería entonces esa hermana especial que tendría yo que arropar todas las noches.

sábado, marzo 03, 2007

Oh Jeremy...



Me tienen cautivada las películas de época, quizás porque se suelen basar en los libros que más me gustan. Estas pelis se cuentan entre mis preferidas, y sus actores se cuentan también entre mis preferidos, por qué será...
Sentido y sensibilidad y Mucho ruido y pocas nueces, con la deliciosa Emma Tompson invadiéndolo todo. Emma, con el atracativo Jeremy Northam, "my Mr. Knightley". Northam no se prodiga por los saraos internacionales porque es actor de teatro en Inglaterra. Un hurra por él. Lo vi en El caso Winslow, en Enigma y en el breve papel que hizo en Amistad, de Spielberg. Arrollador, pero nada supera al Mr. Knightley que me volvió loca en Emma. Debo anotar que ya me fascinaba el personaje en la novela, tan íntegro y caballero, afable y serio a la vez... Pero es que verlo en el cine fue como una revelación de lo ya revelado. Nada que ver con el Aragorn pálido y desleído de Viggo Mortensen.
Pero sigo con mis películas inolvidables. Onegin, (peliculón), Miss Potter (la recomendada del mes), Orgullo y prejuicio... Ay, esa mirada de McFadyen... mi mundo por una mirada así, ya rezo yo todas las noches, Dios mío, no quiero despedirme de esta vida terrenal sin que me hayan mirado como Darcy miró a Eliza antes de pedirla en matrimonio a su padre. A ver si me hace caso. A good woman ( la Hunt está insuperable), y La importancia de llamarse Ernesto, donde Colin Firth... ¿alguien tiene un cleenex?
No tengo yo la culpa si Northam y Colin Firth son mis hombres, y Di Caprio, Brad Pitt y Orli me dejan fría... Las quinceañeras me miran con cara de "¡volada en el horizonte!", y las treintañeras me preguntan cómo es que no me derriderriderrito con George Clooney... Menos mal que con alguna de mis tías más sensatas comparto mi desmedido amor por John Wayne.

Y tú desde una isla...

SUEÑO

Feliz bajo la sombra de los sauces
que llueven sobre mí, voy demorándome.
Y tú desde una isla me sonríes,
de ventana a ventana, de vagón
a vagón en un tren de luces rojas.

viernes, marzo 02, 2007

dosdemarzodeldosmiluno

Hace exactamente seis años que soy una fanática seguidora de don Miguel dÓrs. Yo había oído su nombre en conversaciones telefónicas, como un vago recuerdo de familia, ya que es amigo íntimo de mi tía Maite Arana y lo es desde allá por el año sesentaycuatro, pues ambos formaban parte de esa mítica primera generación de filólogos en la universidad de navarra. Haciendo gala de mi proverbial despiste nunca había abierto un libro suyo, porque a mí la palabra poeta me venía grande, y en primero de carrera estuve a punto de suspender un examen al ser incapaz de encontrar los acentos en una serie de endecasílabos... Verídico. Alguien susurraba detrás de mí, "canta", pero yo ni cantando lo lograba, y decía, los endecasílabos para Garcilaso. Y me pusieron un cinco por purita compasión: así se cuenta la historia.
Ah, pero el mágico 2000 lo cambió todo. Era el año del jubileo y yo estaba más que harta de no tener plan nunca y vagar por los rincones en plan niña triste. Y Dios me puso al lado a una panda de locos poetas, y el nombre de Miguel dÓrs se puso de moda en mis oídos... En marzo del dos mil uno fui a Pampaluna por vez primera, y mi padre, que ya estaba instalado, me dijo: mañana hay un recital poético en el central. Así sin anestesia se enfrentaron mis pobres oídos a la maravilla, en voz baja que no impone nada, que se abre paso por sí sola. Al flechazo que había sentido por Pamplona se unió un segundo flechazo, fuerte, deslumbrante: en esa hora se decidió mi vocación poética.
Al salir del aula, totalmente hechizada, mis ojos se encontraron con los ojos oscuros de un hombre oscuro que pasaba por allí. Y esa mirada enigmática y acogedora fue para mí como una confirmación, el tercer dardo: una especie de nostalgia festiva se había enseñoreado de todo mi ser.

jueves, marzo 01, 2007

Comienzo hipotético de novela (i)

UN DOMINGO EN MI CASA

El viernes aprendimos en el colegio la palabra “sinuoso”. Algo sinuoso es algo que tiene muchos recovecos y vueltas. Como un laberinto, no sé explicarlo mejor. En casa hay una escalera larga y sinuosa, de peldaños muy bonitos de mármol negro. A Siro y a mí nos gusta saltar de hueco en hueco, a la pata coja, mientras mi madre se tapa los ojos, se desmaya y dice muy bajito: bruto... Es como estar en el teatro. Lo de bruto se lo dice a Siro, a mí no, porque con los ojos cerrados no me ve. Cuando llegamos abajo, se quita los dedos de la frente y castiga a mi hermano.
El castigo es estarse quieto durante quince minutos en el cuarto oscuro, que no es oscuro ni nada porque la luz se cuela por una rendija. Además del techo cuelga una bombilla, eso sí, una bombilla pelada que nunca se enciende. Siro y yo lo hemos comentado a veces, que cuando nos encierran nos entra la risa porque hay un botón, y podríamos darle y se encendería el cuarto, pero mamá y papá no deben saberlo y por eso dejamos en paz el botón, porque para algo le llaman cuarto oscuro. Sólo nos quedamos mirándolo, para que sepa que sabemos que está allí, y no nos tome por tontos.
Durante el castigo yo me aburro mortalmente, y me dedico a caminar por las baldosas del salón jugando al ajedrez, voy comiéndome peones, alfiles y al final, ya cerca de la terraza, grito ¡jaque mate!, y mi padre se asoma a través del periódico para decir: “Esta niña está loca”. Encima es domingo y llevo puesto un vestido horrible, con la falda rosa llena de volantes, parece una tarta de varios pisos y los amigotes de mi hermano chillan cuando me ven: “¡Allí llega el pastel de boda!”
Esto es por la mañana, cuando vamos al parque en bicicleta, y no sé por qué mi bici tiene que ser rosa, encima me la regalaron cuando cumplí siete años y tiene pegatinas de Barbie, así que podéis imaginar el pitorreo. El otro día Yeni me dijo que si quería, ella las quitaba, y sacó un cuchillo y se puso a raspar, o sea que hoy he tenido que poner otra pegatina, pero, eso sí, ésta es del capitán Trueno. ¡Menos mal...!

* ...Y aquí se acaba. Podríamos llamarle "Comienzo hipotético de una novela naif", en plan versión femenina de Manolito Gafotas...