martes, agosto 14, 2007

Ciruelas en Maestu


Muerdo una ciruela camino de Leorza. Sabe a dulce morado, a caramelo de niños que dejas a medias envuelto en un papel pringoso. A piruleta con sabor a ciruela. Mi padre y yo comemos fruta salvaje por el camino del monte, hay ciruelos y nogales, y más allá huertas cerradas. Hemos llegado a la casa de los enanitos, que sigue sola entre los árboles, de cuento, de miedo... pero pronto llegamos al pueblo y a la fuente. La fuente de todos los veranos.
Mis primas y yo bebemos. Tenemos ocho o nueve años y manchas de fruta en la ropa. Hay tres grifos y ellas se ríen de mí, porque aprisiono en mi boca el hilo grueso que cae en una poza pequeña y rectangular. "¡Ese es el grifo de las vacas, ahí beben las vacas!" Yo me avergüenzo un poco pero digo que vale, que las vacas beben de la poza, no del grifo. No las veo pegando lametazos al grifo, la verdad.
Hoy es agosto y veinte años más. Bebo del grifo de las vacas, haciendo cuenco con las manos, llenándome el vestido de agua. Está fría sobre el aire frío, sobre el sol frío que se diluye. De cuento de miedo.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

"...hoy es agosto y veinte años mas..."
verdaderamente es mucha la belleza que evocas con tan poquitas palabras.

Anónimo dijo...

Bebederos de vacas, vacas, ciruelas, agua fresca, agosto, veinte años menos, veinte años más... Todo me suena. Como si me hubiera pasado.

Anónimo dijo...

Cuéntanos más cuentos...

Anónimo dijo...

eso, eso

Nodisparenalpianista dijo...

Viva las vacas. Seguro que de su grifo el agua sabría a cafelito.

Anónimo dijo...

¿Para cuándo otro capitulito de "Martita" y "Siro"?