viernes, enero 29, 2010

Con una pierna vengo

Dedico este post a Merl, hojimerl, elfa gatuna.
Hoy cobré la nómina. Era bastante flaca y encima había que reservar billetes en un sobre para distintas gaitas del mes, y regalos, y viajes. Por eso decidí que la visita a L´Occitane me la iba a ahorrar y que por Benefit algo así como que no pasaba, y que Mac de reojo y...¿qué me quedaba? ¡¡¡Casa Saluita!!!
Es una droguería de la plaza Ponce de León que sabe a perfumería de barrio, con cremas de aloe vera y jalea real y secadores de pelo rodando por las vitrinas. Lo que me gusta de Casa Saluita es que vende Essence, marca alemana increíblemente barata y aceptablemente buena, con ediciones limitadas y un expositor que es un mundo abreviado.
Lo que no me gusta es que ese expositor se encuentra detrás de un mostrador de cristal y que hay catorce mil cachivaches encima, y el vendedor te tiene que ir enseñando los coloretes uno a uno. Mal, muy mal. El dueño no sabe que disponer de media hora para pintarrajearse la mano con churretes de "angel deluxe" es el paraíso de la femme fatale, y le niega su insana fantasía. Nada de tocar sin control en plan desmadre y despelote, tú me dices lo que quieres y yo te lo doy. ¿Eso qué es?
Bueno, pues tragaremos con lo que hay. Que me lo enseñen todo: aquí salta la saña sibilina de la mujer. En cuando llego veo que hay una nueva modalidad: delante de la odiosa mesa de cristal han puesto una fila de piernas de plástico, cada una embutida en una media de nailon y colgada de una percha metálica a la mesa ya mencionada. Toma ya. Avanzo un poco y una de las piernas me cae encima. la tomo entre mis brazos y me voy hasta el fondo de la tienda.
- Oiga. ¡Oiga!
- Señora puede dejar la pierna aquí.
- ¿Tienen medias de piel de gato?, pregunta un hombre que ha entrado. Se le ve cariacontecido, en plan "mi mujer me ha dicho vete abajo a por un sostén rosa con lacito y ahora yo debo entrar en este antro de perdición". Me mira raro, será por la pierna, y yo le sostengo la mirada altiva. ¡No va a darme lecciones magistrales de normalidad un tío que entra preguntando por sedas gatunas!
LLega el dependiente a poner paz.
- Aquí tiene la perchita. Eso de la piel de gato no hay, si acaso mire al fondo. No, no, no puede pasar a ver Essence, yo le enseño. ¿Qué quiere ver?
- ¡¡¡Todo!!!
Me doy cuenta de que está dispuesto a ser paciente y, lo peor, de que disfruta. Me llevo una sombra de ojos color azul hielo de la colección "Go snow"; un esmalte de uñas de color verde manzana como el de Chanel y un iluminador rosa preciosísimo de la colección de los años cincuenta. Mis ojos tropiezan con unas mascarillas de la Ligne Spa de Gisèle Denis: me llevo una de chocolate antioxidante y anti estrés. Y cuando va a cobrarme, la cuenta no pasa de los veinte euros. Y, como remate, me regala una barra de labios de Essence color rosa pastel, muy dulce. Es también de la colección del los 50s, o sea restos mortales, pero aún así me parece un gran detalle.
Me dan ganas de darle un beso a la pierna. Y de maullar como un gato.

jueves, enero 28, 2010

Amistad

Nos conocimos en el autobús que iba a Roma. Ella no podía ver, la acompañaba su amiga. Eran amigas desde hace tiempo: por eso se sofocaban mutuamente y ocurrían esas explosiones de horror y de júbilo entre ellas, tan seguidas y entrelazadas. Y yo me vi en medio, en la eterna escalera mecánica del metro donde a la acompañante le dio una lipotimia. Y, sin pensar en nada, le lancé a las manos un trozo de chocolate. El chocolate lo arregla todo. El chocolate nos unió.
A la chica ciega le picaba todo el cuerpo. Estábamos en Florencia y la llevamos a una especie de ambulatorio que había en un palazzo. Íbamos las tres por la calle pintando las letras de colores, y ella era la maestra de ceremonias. Los ciegos son sabios e intuitivos: eso desde Homero. Tú eres amarilla, me decía, pero un poco blanca también. Y, cuando nos tocó dormir en un saco tricolor, nos reíamos: "esto parece una de tus palabras surrealistas".
Y la llevamos a la Fontana de Trevi, y me empeñé en que tocara el agua. El agua es de un celeste tan claro, tan claro, le dije... Y las estatuas, y la gente, y los japoneses. Todo.
Después Pamplona, caminando juntas por Fuente del Hierro. Las tres. Arriba y abajo. A veces muertas de risa triste y a veces serias y con sol. Cuando estoy triste, rezo, nos dijo un día. Y Dios siempre me contesta: deja de quejarte y empieza a darme las gracias.

martes, enero 26, 2010

Momento friki

El sábado estuve merendando en casa de mi amigo Fernando do Vale Salteiro, poeta portugués afincado en Sevilla. La casa estaba llena de velas encendidas, velas que olían a vainilla francesa. La mujer de Fernando me dijo que las había comprado a cuatro euros en Ikea: yo en Ikea no entro ni aunque me regalen un tractor amarillo, pero pensé que, cuando cobre la nómina, debería darme un paseo por L´Occitane y luego ofrecer aquí una crónica. Creo recordar que tienen velas de té verde, de verbena y de rosa confitada, entre otros aromas.
Había también en la casa de mi amigo un bebé de unos seis meses: su hija Julia, con grandes ojos oscuros y piel recién hecha. Miraba fijamente un loro de peluche montado sobre una peana. Este loro repite lo que tú le digas, me comentó Fernando. Tiene una grabadora y te suelta dos veces seguidas la frase que tú quieras. Y, pulsando un botón, recitó con voz muy seria: "Hay espadas que empuña el entusiasmo." El loro, tras brujulear el verso en su mente electrónica, repitió: "¡Hay espadas que empuña el entusiasmo! ¡Hay espadas que empuña el entusiasmo!" Yo me quedé muda. No sé qué me asombraba más, si el artilugio en sí o las palabras que habían sido elegidas. Sonriendo volvió a declamar: "Y jinetes de luz en la hora oscura." Y el loro: "¡Y jinetes de luz en la hora oscura! ¡Y jinetes de luz en la hora oscura!"
¡Es el loro Mesanza!, acabó de exclamar, muerto de risa. ¡Es el loro Mesanza!, respondió el loro por dos veces. Y los dos comenzamos a sentirnos avergonzados, ¿cómo podemos ser taaaaaan frikis...?

viernes, enero 22, 2010

Amo a Kenneth Branagh

No suelo hablar mucho en este sitio azul de mis clases, de mi vida en el colegio, de mis alumnas... No lo hago, porque creo que merecen discrección: no quiero que su día a día, que se entrelaza con la autora de un blog de "striptis emocional", se vea abocado al mismo striptis. Los poetas somos unos exhibicionistas pero sabemos parar... a veces.
Sin embargo no creo que sea peligroso decirlo: ¡me encanta mi trabajo! Las adolescentes son auténticas montañas rusas, laberintos en estado puro, y eso me divierte, me fascina, supone un reto y me hace permanecer en guardia...


Ahora están emocionadas porque acabamos de ver la película "Mucho ruido y pocas nueces", de Kenneth Branagh. Hemos invertido tres horas enteras, lo que ha supuesto un relax para ellas y para mí: pero había un brillo en sus ojos que iba más allá del destello holgazán de quien se ve libre de un par de lecciones. Se han dejado fascinar por Branagh, que es un actor soleado y un director vitamínico, como un buen zumo de naranjas: basta ver "En lo más crudo del crudo invierno" para caer de rodillas y adorarlo. Bueno, pues a mis alumnas también les ha gustado, y me siento orgullosa. El ¿tú también? lewisiano bullía entre nosotras cuando nos vimos entusiasmadas a la par en la misma escena, esa en la que los protagonistas "crean" el amor de Benedicto y Beatriz.


Y cuando les descubrí tarareando la preciosa música de Patrick Doyle, supe que no me había equivocado: en una semana han aprendido más sobre Shakespeare y sobre el Renacimiento que si me hubiera empeñado en "adelantar materia", ofreciéndoles una sarta de datos empíricos que se difuminan una vez aprobado el examen de rigor.

miércoles, enero 20, 2010

Hannah en el Círculo de Bellas Artes

Hace exactamente una semana hice un viaje relámpago a Madrid para ver a Teresuca, amiga mía de los tiempos de Pampaluna que presentaba su primer libro. Después de hacer cuentas acrobáticas sopesando horarios y escudriñando el bolsillo en este resbaladizo mes de enero, decidí que podía, quería y tenía que ir. Me moría de ganas por presenciar un acto cultural tan cerquita de mi adorada librería Antonio Machado, en fin: la conjunción de estrellas estaba claramente a mi favor y, como a Joaquín Sabina, me sobraban los motivos. Fui.
Por la mañana estuve en Nars, practicando el virtuoso ejercicio de mirar sin comprar. Comí con la poeta Amalia Bautista, que me regaló una pulsera de perlas de río. Y a media tarde tomé el metro hacia Banco de España.
Teresuca estaba radiante, la misma sonrisa morena de siempre lucía en su cara, y dijo que no le apetecía nada la típica presentación rollo autobombo por lo que se marcó toda una mesa redonda con dos catedráticos discutiendo acerca de Hannah Arendt, que era la segunda protagonista del día y pasó a primer plano gracias a la modestia de su biógrafa.
Los dos vates eran Alejandro Llano, Catedrático de Metafísica, de la UNAV, y Agustín Serrano de Haro, del CSIC. Se lanzaban entre sí conceptos ingeniosos y cortesías irónicas, y protagonizaron, para gozo nuestro, un tiroteo verbal digno de metralletas de rayos láser. Entre ellos refulgía Teresuca, sonriendo siempre. Se armó un buen debate en torno a la supuesta colaboración de algunos consejos de judíos con los nazis durante la guerra. Unos decían que no, otros que sí, otros que sí pero menos. Hubo cierto revuelo a causa de los términos: a Agustín le escandalizaba el sustantivo "complicidad" y Alejandro se ofreció a retirarlo, pero apuntó que eso no borrará el hecho de que, por miedo o inercia, algunos judíos "trabajaron" con algunos alemanes en momentos verdaderamente trágicos. Mi amiga salió encantadoramente del paso afirmando que la maldad no distingue de razas.
Me quedé con la idea de que colaboración, como las meigas, "haberla hubo", y de que la polémica no había dejado que Hannah ni Teresuca brillaran todo lo que podían y debían brillar.
Me quedé con ganas de más. Me quedé pegada al libro. Y conocí al Manuel Oriol, el director de Encuentro. Adoro esa editorial desde que publicaron en ella Perder y Ganar, de John Henry Newman. En el tren, cansada, pensaba en Louis Armstrong. Qué mundo tan maravilloso.

domingo, enero 17, 2010

El mar frío y oscuro

En la arena hay una torre volcada. Parece un faro: mira al mar. El mar es de color verde botella, como los abrigos de loden de mi infancia. El mar, con abrigo de invierno, silencioso y lleno de sol pálido. Pide perdón por existir en enero, cuando ya no es casa ni parque de atracciones. Es sólo una visión.
En el muro hay una mujer sentada, con la espalda recta, el cabello recogido en la nuca y los brazos doblados sobre un jersey amarillo. En ese gesto exacto de los brazos hay una paciencia infinita. Estoy llegando hacia ella, sólo veo la mancha amarilla y el corte de la nuca: limpio, elegante. Ha llegado antes que yo, es más rápida que yo. Contempla la torre y el mar como si escuchara música. Como si leyera un libro.

sábado, enero 09, 2010

La Vida Chula en Sevilla

He vuelto a Sevilla y me ha sorprendido un sol frío, muy frío... pero luminoso. Dicen que mañana vuelve a llover. En torno al Año Nuevo, una de mis primas me pidió información sobre bares, restaurantes y pubs en mi cuidad, a la que iban a viajar unos amigos. Me quedó una lista simpática, y os la brindo, por si os apetece viajar en el primer puente del año y no hay presupuesto para las selvas vírgenes.

Restaurantes:

Mi preferido es el San Marcos, un italiano con mucho encanto que sirve unas ensaladas, carpaccios, crepes salados y postres buenísimos… Hay uno en la calle Betis, pero mi preferido es el de la calle Mesón del Moro, en pleno Barrio de Santa Cruz y en unos antiguos baños árabes. Allí he comido muchas veces con Lord Scutum, con mi amiga Merl, con mis padres... Es mi Sitio-para-todo. Mis platos favoritos son: Ensalada de Tomate y Mozarella, Crespelle della Nonna, la poularda con crema de pasas y los profiteroles con salsa de chocolate. Se puede comer por veinticinco euros/persona.

Me gusta mucho La Raza, en el Parque de María Luisa, que tiene un gran jardín y está muy bien situado y sirve comida sevillana y pescaitos. En él he organizado alguna de las cenas informales que suelen seguir a los recitales poéticos, y en él han celebrado su boda algunos amgos míos. Son buenísimas sus croquetas, su salmorejo y su bacalao ahumado. Cuesta también en torno a los veinticinco euros/persona.

En la Calle Betis, con vistas al río, está el restaurante Río Grande, con pescaítos también, aunque es más caro. No sé cuánto costará comer porque, sinceramente, siempre que he disfrutado de una "noche de río" he sido invitada. La comida no está nada mal, pero lo mejor son las vistas a la Torre del Oro. Allí celebré la defensa de mi tesis: los cinco miembros del tribunal, mis padres y yo saboreamos el cum laude frente al Guadalquivir.

Bares:

Me chifla El Patio de San Eloy, en la Calle San Eloy (junto al Corte Inglés del Duque): tiene el mejor jamón ibérico que yo haya probado en un bar, un gran salmorejo y una carta muy larga de "montaditos". Tiene mucho sabor, es popular, los asientos son gradas cubiertas de azulejo...

En una de las callecitas perpendiculares a la Avenida de la Constitución, al lado de Hacienda, estaba un bar chulísimo que se llamaba La Moneda, popular y muy muy barato donde se comía de vicio, pero ahora está en obras. Siempre nos quedará Casablanca, que es mucho más pijo y de tapas "elaboradas", aunque también les salen buenas las croquetas y las tortillas de camarones.

La Antigua Abacería de San Lorenzo: no os la podéis perder. Está en la calle Santa Rosa (perpendicular a Felipe II, cerca del Parque de Maria Luisa.) Está deliciosamente decorada como un colmado antigo: madera, sillas desiguales, estanterías con juguetes de posguerra... El dueño es amigo mío y en general amigo de la clientela, se respira un ambiente familiar. Y sobre todo sirve los mejores chacinas de Sevilla: patés artesanos, chichgharrones... y salmorejo.

Salir por la Tarde:

Nhube: es la cafetería del hotel NH Convenciones (Avenida Avión Cuatro Vientos.) La firma Ferrán Adriá. Muy tranquila y llena de periódicos y revistas para leer.

Casa de la Memoria: En la Calle Ximénez de Enciso (Barrio de Santa Cruz.) Hay recitales de música sefardita, y flamenco.

Trinity: En la Plaza Nueva (junto al Hotel Inglaterra.) Es una taberna irlandesa genial. Sirven tartas caseras. He estado muchísimas veces en ella, y siempre en buena compañía.

Europa: Cervecería internacional en LuisMontoto, junto al Corte Inglés de Nervión. Tiene mucho sabor y todas las cervezas clásicas.

Flaherty: en la Calle Alemanes. Otro irlandés: otro de los nuestros. Sirven desayuno irlandés todo el día.

Salir por la Noche:

Picalagartos: este es uno de los pubs más bohemios, ahí voy (o iba, snif...) mucho con mis amigos (junto al Trinity y al Mariscal.) Está en el Barrio de Santa Cruz, en la calle Hernando Colón. Van muchos guiris. Sirven buena cerveza.

Terraza del hotel Doña María: Junto a la Catedral. Sirven copas mientras ves la Giralda iluminada, es una maravilla aunque me temo que se abre ya en primavera.

Mariscal, en el Barrio de Santa Cruz: Ahí han tocado muchas veces mis amigos. Tiene estructura de patio sevillano por lo que hay muchos "reservados" para ir en plan tranquilo yuna sala central muy animada.

Pub Urbano: en la calle Matahacas. Un pub para los que quieren marcha marcha... Huele un poquito a hierba, pero está muy bien decorado, como si aún estuvieras en la calle, con suelo de baldosines y farolas. Tiene billar. Y buena música de grupos sevillanos...

La Carbonería: En el Barrio de Santa Cruz, muy cerca de la Plaza de las Mercedarias: ¡tampoco os la podéis perder! En invierno tiene chimenea y en verano patio con buganvillas, y siempre cantautores, flamenco, recitales... Ahí recité mis poemas por vez primera...