lunes, febrero 22, 2010

Miraremos el fuego


Ya tenemos fecha de presentación de mi libro: estáis todos invitados.

El cuatro de marzo, jueves, a las siete y media de la tarde, en la Casa del Libro de Sevilla, lo presentará Jose Julio Cabanillas (vaya lujo y menuda suerte...) Y luego se servirá una copita de cava.
Tendré que pasarme por H&M para la ocasión, tendré que estrenar alguna de las compras beauty que haga en este largo puente madrileño... Esa noche convertirá un secillo lápiz de labios en un trozo de eternidad.

Os espero.

viernes, febrero 19, 2010

Bueno conocido

En Navidad estuve leyendo La edad de la inocencia, de Edith Wharton. La película que hizo Martin Scorsese basándose en ella fue una revelación para mí, allá en el año noventa y tres, y gustándome tanto como me gustan ese tipo de novelas no sé cómo he podido tardar tanto en caer bajo su hechizo.
Será que soy una rancia y una pequeño burguesa con mis costumbres de lectura reposada, y en el fondo me sacan de Jane Austen, Chesterton y Wilkie Collins y ya no estoy a gusto, y si es posible leerme hasta la saciedad un viejo conocido, lo hago con el máximo deleite... Perder y Ganar, de J.H. Newman, por ejemplo. Los libros son para mí como una prenda cómoda que usamos, y volvemos a ella una y otra vez hasta dejarla inservible... Y, del mismo modo que se rompen las costuras, al lomo de cartón le van saliendo astillas, y buscamos el papel celo y empezamos a hacer labores de carpintería.
Me lo dijo mi padre, al ver en mi mesa llena de papelotes el trajinado ejemplar de La luz apacible. Yo lo había escogido como parte del taller de lectura para mis alumnas, pero no tuve cuidado y lo presenté como "una apasionante novela sobre Santo Tomás de Aquino"... y las niñas, que ya sufren al santo en clase de filosofía, me hicieron saber que no deseaban una segunda entrega. Lo dejé en mi mesa, como al descuido, y una noche de cansancio se deslizó por mis manos y quedé enganchada de nuevo, como esos viejos esposos que se dejan seducir por sus mujeres sólo porque un día la ven bajo una luz antigua y nueva.
- ¿Cuántas veces has leído ese libro?
- Mmmmm... Lo descubrí cuando tenía doce años...
Aquel verano. Logroño. Calor sofocante y uñas postizas. El cuarto de jugar. El telediario. La lámpara con su luz derrochando sombras alrededor. Y yo leyendo un libro que me había regalado mi padre.
- Me lo compraste tú... Y bueno, desde entonces, una vez por año, como una cita de amor.
Tengo treinta y dos años. He leído el libro veinte veces. Y todavía me apetece volver a leerlo: lo malo es que ayer alcancé la última página. Y no puedo volver a La edad de la inocencia porque lo regalé en la noche de Reyes.
Es otro de mis vicios raros: regalar libros ya leídos por mí, algo rugosos, que el destinatario sepa que fueron arrancados de mi librería "como la uña de la carne". Y, además, en este fin de semana tengo que leerme Las penas del joven Werther, de Goethe. Me pregunto si sonará en mis oídos la marcha nupcial cuando cruce sus primeras páginas.

sábado, febrero 13, 2010

Conversaciones con La Otra

- ¿En qué se parecen George Clooney y el pudding de frutas del cortinglés?
- Mmmmm. ¿En que un poquito gusta, pero mucho empalaga?
- Nooo. Nunca me he cansado del pudding, y me temo que tampoco me hartaría George.
- Pero si acabas de descubrirlo...
- Pero esas cosas se saben. Lo intuyo.
- Vale. ¿En qué se parecen...? ¿En que ambos gustan mucho pero suben el colesterol?
- En sentido espiritual, sí, es una metáfora... Yo quería decir que ambos me atraen poderosamente, pero en el fondo me caen mal.
- ¿Te caen mal?
- Sí, bueno... El pudding me cae mal al estómego, o me lo acrecienta que es peor. Y George me cae mal todo él. Así que esta atracción súbita me está cayendo como un tiro...

Esta es una conversación inconsciente entre yo y "la otra". De pequeña le llamaba "la gemela transparente" y hablaba con ella sin parar. Y ahora ha vuelto. El runrún empezó con la película: que salía George Clooney vestido con traje de chaqueta despidiendo al personal, y yo pensando, "será cerdo..." Que te crees tú eso, ruge La Otra dentro de mí. Sí, mira es idiota, respondo yo sin ser aún consciente de la balumba que me caía encima. El amor de su vida es un cerdo, dicho por él. Que va y se le muere. Me cae mal, no puedo evitarlo.
Pero se puso a sonreír. Gorge Clooney, digo. LLenaba la pantalla su sonrisa. Soy débil. Y encima cuando sonreía en primer plano me recordaba mucho un chico que me gustó. "Sonríe como X", le dije a La Otra. La Otra, renacida después de tantos años y disfrazada de Gollum, me repuso: mi tesoro, nos ciega el amor retrospectivo. Amenaza flashback. Puede ser, concedí, porque hay antecedentes, me temo. Yo era la que pensaba que Tom Cruise era clavadito a un X anterior.

Vale, no me negarás que a quien se parece es al pudding del cortinglés que nos zampamos los tres, o sea tú, Chinto Chabola y yo hace un ratito. Vale, dijo La Otra, plantéamelo como una adivinanza.

(Para una entrada taaaan surrealista lo mejor es un vídeo de Esclarecidos.)

jueves, febrero 11, 2010

Mirar el fuego


Foto hecha por mí en la Avenida de la palmera, Sevilla


Ya tengo en mis manos mi tercer poemario, Mirar el fuego, publicado en Pre-Textos y largamente esperado... ¡Laus Deo!
Ayer me llamaron para decirme que ya estaba, recién sacado a la luz, y que me lo mandaban. Lo celebramos, mi madre y yo, en un recóndito bar gallego de barrio que nos encanta. Pedimos pulpo a feira, empanada y vino de Rybeiro, que nos lo sirvieron en una jarra de barro cocido y dos cuencos de loza blanca. LLené mi cuenco, pese a que bebo muy poco alcohol normalmente, y el vino de color dorado me obnubiló.
Hoy lo tengo físicamente aquí, y he comido en mi casa con Chinto Chabola, mano a mano, un arroz con guacamole de mi invención que sabía a cielo infinito. Y luego, pudding de frutas del Cortinglés, que es el paraíso glucémico. Acto seguido he maquillado a una serie de señoras de una asociación cultural y he llegado a los cines a tiempo para ver, con mi madre, Up in the air. Madre mía qué pedazo de George Clooney. Qué ciega he estado. Cuando sonríe creo que hasta los ángeles dejan de respirar.
Termino el día recitando la oración de mi abuela para expresar conformidad con la Voluntad Divina: Señor, como hoy siempre. Mejor cuando quieras. Peor, ¡ni se te ocurra!

lunes, febrero 08, 2010

Desfile de modelos

He comenzado con mis alumnas de Proyecto Integrado (Primero de Bachillerato, entre dieciséis y diecisiete, edad ideal), una actividad preciosa llamada "taller de lectura".

Consiste en que por una hora a la semana se enfrasquen en la atmósfera de un libro elegido por ellas y por mí, al alimón. Tiene que ser una lectura activa, en la que pongan atención a unas pautas marcadas de antemano, haz un análisis de personajes, descubre el mensaje oculto etcétera... El invento terminará en una reseña-exposición-libro fórum, donde el corazón les lleve, lo mínimo es una crítica de dos páginas y lo máximo un debate en la pizarra con argumentos poderosos para enganchar al público en la lectura del libro preferido. Lo ideal es que cada obra tenga dos lectoras y podamos hacer una verdadera serie de "duelos en la cumbre" durante el tercer trimestre.

Hoy era el momento de colocar la primera piedra, de que cada una escogiera el libro en cuestión. He llevado nueve o diez en mi portafolios color topo-falso guatiné, y los iba presentando en plan desfile de modelos, pregonando sus virtudes y generando una pintoresca puja con valores al alza y a la baja.

Decía yo:

- La Pobre señorita Finch, de Wilkie Collins. Siglo Diecinueve, romántico perdido, amor, suspense, dama ciega que recupera la vista y ve que su enamorado tiene un hermano gemelo y entre los dos han armado un buen barullo...

El grosor las había amilanado, pero les atraía el argumento. Allí estaban, debatiéndose entre el corazón y el pragmatismo. Vale, lo leeré yo, dijo una mano solitaria. Adjudicado.

- Persuasión de Jane Austen. Austen, no tengo más que decir. Costumbrismo, ligera ironía, amor y personajes masculinos altamente atractivos y perfectamente perfilados...

Hubo dos o tres posibles lectoras y comenzó la rifa. Y también estuvo muy disputado el libro que Miguel Aranguren publicó en Belacqua y que yo había presentado como "un canto a la amistad, historia de dos amigos que se encuentran al cabo de los años y..." El padre Brown de Chesterton quedó desierto (lo intentaré mañana con el otro Primero), y les divirtió bastante un ejemplar algo raído de Celia lo que dice de Elena Fortún. "Una niña con rizos rubios que salía en la tele, mi madre lo leía", comentó una espontánea. Y varias alzaron ambos brazos a la vez.

La clase terminó con "el cuarto de hora poético", una especie de premio que me he sacado de la manga: si trabajan bien, en los últimos diez minutos les leo un par de poemas de un autor actual que me guste, algo bonito y sencillo que se entienda, que haga reír o llorar. Les encanta. La poesía amansa a las fieras.