domingo, noviembre 07, 2010

Lujuria correcta, lujuria incorrecta

En el cinefórum de Filología, en la penumbra flotábamos. Le escuché una vez a Alberto Fijo decir que toda película romántica sigue más o menos este guión: "chico conoce a chica, chico quiere a chica pero..." Y en ese pero y en los puntos suspensivos que le siguen se concentra todo el quid narrativo de la historia. El meollo.

La película "iba de" un hombre y una mujer que se encuentran, se acuestan y comienzan una relación informal. Ambos han traspasado el umbral espléndido de los cuarenta: están en la edad peligrosa. Peligrosa por lo que tiene de atractiva, aclaro. A lo largo de los ciento veinte minutos de metraje, el cazador cazado va dejando su corazoncito en la relación y termina más enganchado que un mantoncillo de flecos en plena feria. Cuando se arroja al balcón de su amada dispuesto a salmodiar la serenata de "milagro, el amor por fin", descubre que ella... ¡tiene marido e hijos1 De hecho considera lo que hay entre ellos como un paréntesis en su vida cotidiana.

Cuando las llamas en color se apagan y los focos del aula se encienden, las chicas de la primera fila están en éxtasis. Esto sí que es una mujer liberada: por fin hemos aprendido. Una mujer que hace lo que quiere, o sea, lo que le pide el cuerpo. Bien, bien y muy requetebién.
Al fondo, un chico alza la mano, pide la palabra y les pide a las de la primera fila un poco de seriedad. "Si el infiel hubiera sido un hombre", comenta, "no habría perdón. Le estaríais despellejando vivo, llamándole cretino y canalla."

Bien dicho, pensé entonces: ¡acabemos con la doble moral!

16 comentarios:

Noelia Cano dijo...

Lo bueno de nuestro trabajo es que los alumnos siempre nos hacen reflexionar: ellos también hacen que nosotros seamos mejores personas. Feliz domingo!

Bergman dijo...

No se trata de doble o única moral, ese tipo de cosas son más complejas.

Yo en cambio diría que "ella obró mal", o que "yo no lo haría" pero no remataría con el mismo final que tú.

Adivino que no eres una persona con mucha experiencia ni has vivido dilemas, ¿verdad?

javier dijo...

A mí el remate me parece perfecto. Porque -si no me equivoco- no habla de la doble moral de la mujer adúltera de la peli, sino de la doble moral de las espectadoras dispuestas a aplaudir cualquier adulterio que no les afecte demasiado.

el coco dijo...

Hombre, Bergman, si la experiencia consiste en engañar al marido o al amante, o a los dos a la vez, adivino que Adaldrida prefiere no tener experiencia...

Anónimo dijo...

Hablando de doble moral...tambien podríamos dejar opinar a Bergman y a otros que leen y estén o no de acuerdo...

Adaldrida dijo...

Y ¿quién ha impedido a Bergman hablar? Otra cosa es que yo, o el coco o Javier VyH (dos personas a las que no conozco), estemos de acuerdo o no con sus adivinaciones.

Bergman dijo...

Me voy a explicar un poco más: yo tiendo (no sé si me equivoco o acierto) a pensar que los adultos en las cosas del amor o anejos obran lo mejor que saben o lo mejor que pueden en cada momento.

Cuidado, que decir "lo mejor que saben o lo mejor que pueden" daría para varios libros, no son palabras que pongo por poner algo.

En mi experiencia de vida he visto cómo una persona inteligente, prudente y con una libertad interior máxima hería a otra sin querer, sólo dejándose llevar porque creía, erróneamente, que los dos estaban en el mismo tablero de juego: no era así.

También he visto cómo se revitalizaba un noviazgo por haberse visto la novia en el brete de cometer una infidelidad con una persona casada con hijos. Ese casado con hijos era un antiguo pretendiente de doce años atrás.

Como colmo de ejemplos, una chica le quitó el novio a otra, hizo un daño descomunal a varias personas...para luego descubrirse lesbiana.

Son tres ejemplos que me vienen a la cabeza de golpe. Bueno pues en los tres tengo casi la certeza (la certeza intuyo que no la tendrán ni ellos) de que nadie buscaba deliberadamente hacer daño a nadie, sino salir de una situación o que les aburría o que les hundía o que no comprendían.

La vida sentimental adulta está llena de matices, de pequeños pasos atrás, adelante, gestos y pensamientos que la hace muy compleja. Intuirla (no pongo comprenderla porque no creo que sea accesible) hace muy feliz.

Lo que es común, según pienso yo, a este tipo de cosas, es que siempre hay dos adultos de acuerdo, y que los adultos asumen, voluntariamente o a la fuerza (es decir voluntariamente o que la vida se lo hace pagar) las consecuencias de sus excesos.

Por ello te intuyo una persona sin mucha perspectiva en estos temas, al cerrar la historia esta de la película con un juicio-lugar común.

Si puedo sugerir una película (a la dueña del blog y a los aquí presentes) que plantea cosas interesantes en este aspecto, va ésta: "Hillary y Jackie". No sé si tiene base real, pero narra la vida de Jacqueline Dupré en su infancia y hasta que se casó con Baremboim.

Un saludo para todos

Adaldrida dijo...

iurGracias, Bergman, y bienvenido.
Estoy muy de acuerdo con lo que dices menos con el final: a veces un lugar común expresa una verdad inevitable.
Como apunta Javier, mi idea de la doble moral no tiene nada que ver con la película (aunque tengo mi opinión, claro que sí), como en el espectador que lo disculpa todo. Y a todos nos pasa, a mí también. Pero si un día descubro que un novio me engaña, amigo... no es tan fácil ser moderna y tolerante cuando afecta a nuestro corazoncito.

Eutelia dijo...

Bergman, esa pelicula es maravillosa, y si, creo que llevas mucha razon en lo que dices.
Saludos,
Eutelia
www.albinovino.com

Anónimo dijo...

Olé por Bergman y la capacidad de pensar! Un saludo y me alegra ver q cada uno Piensa

Bergman dijo...

Vaya, muchas gracias Anónimo y Eutelia, veo que os ha gustado lo que he puesto.

Trato de pensar con plena libertad, palabra que se usa muchísimo hasta ya tenerla tan maltratada que es sencillísimo manipularla en beneficio propio; espero no caer en ello.

Intervine porque me da rabia que se teorice de oídas: y el que quiera entender, que entienda.

Adaldrida dijo...

Perdón, "¿de oídas"...? No sé si quiero entender ni si entiendo, pero lo que de verdad no me explico ese afán o énfasis en la experiencia. A ver, no estoy hablando de lo difícil o no que son las relaciones humanas, de si engañar al personal es malo o bueno, que también podría hacerlo y no pasaba nada...
pero es que de lo que estoy hablando es de las distintas reflexiones al ver una película...
Y el chispazo que me dio pie a hablar de esto no fue una reflexión mía sino una intervención de un chico en un cinefórum al que asistí.

Anónimo dijo...

Di que sí, Adal: al fin y al cabo este es tu blog. Y es la verdad pura: en este país hay doble moral.

otro anónimo dijo...

Anónimos: fuera caretas, ya.

Corina Dávalos dijo...

El otro día vi una película muy buena que sirve también para rflexionar sobre este tema: GOOD. La doble moral es como los hijos gemelos de la falta de convicción. Pero la vida demuestra que sólo uno puede sobrevivir, o se apuesta por los principios que uno elige como motor de sus decisiones, o acaba en el lado oscuro sin siquiera ser muy conscinte de ello. Os recomiendo la película.

El hijo del capitán dijo...

Una vez más, me ha encantado tu entrada, Rocío.

Creo que otra película que refleja muy bien esta situación es la de “Los puentes de Madison”. El espectador “entiende” perfectamente el adulterio que nos narra porque la piel con la que nos cubre el director es la de la protagonista. No obstante, a lo largo de la película vamos poniéndonos en la situación de los hijos e incluso –aunque en menor medida- del marido engañado. Y entonces el campo de visión se amplía y lo obvio deja de serlo. Pese a reconocer que hay monotonía en el matrimonio, y una esposa y madre prácticamente anulada, y demasiadas miradas que buscan con desesperación encontrar complicidad.

Pero estoy contigo, Rocío, hay doble moral, doble moral de libro, en la que caemos todos. La misma experiencia que nos cuenta Bergman (casos que él ha “visto”) es la que todos, TODOS, tenemos, con este o con mil otros temas… Si el amigo es el dejado, el cornudo o el echado del trabajo nos posicionamos de modo distinto a si es el que deja, el que pone los cuernos, o el que tiene que echar. Al fin y al cabo, buscamos abrigar y que nos den abrigo. Y efectivamente, no resulta dificil tener la casi certeza de que “los nuestros” obraban sin malicia.