viernes, noviembre 30, 2012

Tuitear o no tuitear... esa no era mi cuestión (y ahora sí lo es)

Señores, me he hecho un twitter.

Nunca pensé en abrirme una cuenta. Amanecí esta mañana sin tener idea de hacerlo, como siempre. Ya se sabe: Adaldrida: ni facebook ni Twitter. Con dos blogs (y uno de ellos mediopensionista) va más que aviada. No tiene tiempo. Ni entusiasmo, que es lo peor, porque no ha buceado aún en todo ese planeta ignorado.
¿Facebook? ¿para qué? No voy a fiestas molonas para enseñar ni querría enseñarlas tampoco. Voy a recitales, voy al teatro, voy a la calle Laurel con amigos o sola, trabajo en la Universidad Internacional de la Rioja, navego en mi bañera, compro la revista In Style, leo a Jane Austen y al Cardenal Newman, releo No hay burlas con el amor de Calderón, voy a Sephora y a Bodybel, me pierdo en la Perfumería Muro, me sumerjo en la librería Castroviejo. Veo El ala oeste de la casa blanca en el cañón de mi casa y sufro (o disfruto) partidos del Athletic de Bilbao en el bar de mi calle. Todo eso lo puedo decir y lo digo en mi blog, ¿para qué más?

Pero hoy he asistido al Congreso Cites 2012 organizado por mi Universidad. Y José Luis Orihuela me ha convencido. Orihuela es un encantador de serpientes. Orihuela dice que la vida virtual es vida real. Que ya está bien de decir al hijo adolescente. "baja de la burbuja, vuelve al mundo real". Que ese lenguaje ya no funciona porque esto no es una moda pasajera, sino el habitat real de muchísimos jóvenes (y no tan jóvenes)
Que la red comunica a personas, y no hay nada más auténtico que eso. Que el mundo virtual y el mundo físico pertenecen, ambos, a la maravillosa realidad. Y que esa realidad fluye de un medio a otro constantemente: que hoy pueden dejarte por "wassap" y tus lágrimas salpicarán el smartphone.

Orihuela habla de personas. Boronat, el ponente anterior, también lo hizo. Y mientras hablaban, en mi mente iba surgiendo la idea. 140 caracteres. Todo un reto para un poeta. Si no me da la vida, lo cierro. O lo dejo volando por estos mundos virtuales, digo reales. Total, a nadie dejaría colgado, porque mal que bien pienso seguir con mis blogs.

Me han cautivado. Y en la realidad de Twitter soy @adaldrida.

jueves, noviembre 22, 2012

Romance del día feroz

Dedico este post a Diana... y pido perdón por el retraso. Vuelvo.


Las jornadas laborales son únicas: liebres tras una esquina. Cada una con su propio desafío y sorpresa. La rutina es ritual, camino que te lleva de la mano. Pero a veces hay días como túneles. Los atraviesas y ves la luz. Y si el túnel se alarga, de una isla a otra isla, se va alejando la luz azul y la tienes que inventar.
Ayer la mañana parecía un páramo, un desierto de papeles que se amontonaban encima de mi mesa de trabajo. Por eso se me ocurrió un poemilla tonto, para conjurar el día feroz, para distraer al lobo y que me enseñara el atajo breve, pero el de verdad:

Quiero ir a mi casita
y meterme en mi camita
taparme con la mantita
para hundir mi cabecita
en la feliz almohadita,
¡que venga mi mamaíta
para darme la manita!

Toda esta salmodia fue coronada con risas por parte de mis compañeros de isla, que bautizaron la broma poética como "romance del día feroz". Yo protestaba, esto no es un romance, tendría que rimar en libre a, además no rima, solo acaba todo en diminutivo, y eso no vale, es trampa... Pero en medio de mi argumentatio, y a punto de emprender otro túnel de papeles, caí en la cuenta de que todo eran octosílabos...
Más que romance era conjuro, porque conseguí acabar todo lo que me había propuesto y el día de hoy ha sido azul, radiante, repleto de trabajo, sí, pero trabajo soleado.
Es la felicidad del lunes o del jueves: terminar la jornada "radiantes de cansancio".