domingo, diciembre 29, 2013

El Belén de La Florida (Vitoria): a tamaño natural

Vitoria es la ciudad donde han transcurrido la mitad de mis navidades.
Cuando yo era muy niña, mis tíos y padres eran aquellos aventureros que, desafiando las nieves, nos llevaban a celebrar la Nochebuena a Maestu, pero tras muchos esfuerzos, mucho dinero invertido en leña y algunos sustos en carretera decidieron que la ciudad donde vivían mis abuelos, Vitoria, era perfecta para reunirse.
Y lo era. Vitoria es una ciudad invernal, perfecta con sus árboles desnudos, sus miradores de cristal y madera blanca, sus columpios helados y sus míticas tiendas que recorríamos mis primas y yo: La espejera cuando éramos niñas y For, Ibarrondo, las galerías Ítaca y el primer Sephora que descubrí en España cuando fuimos adolescentes.

Y había dos citas ineludibles: la feria de artesanía y el belén a tamaño natural en el parque de La Florida. Hace unos días cumplí la tradición y visité ambos.



Aquí tenemos la Anunciación a los pastores, con escenario de árboles sobre el fondo de la nueva catedral.



Lavanderas, aprovechando el diminuto canal que recorre el parque.



Los Reyes Magos, llegando no a camello sino a caballo a Belén.
El portal es una gruta verdadera, cubierta de auténtico musgo. Se entra y en el centro se halla este resplandor:



¡Es el origen de todas las alegrías!

martes, diciembre 24, 2013

Feliz Navidad


A todos, lectores, comentaristas, anónimos, amigos, curiosos y reincidentes... os deseo feliz Navidad.
Os dejo una foto de mi árbol y una recomendación:




¡¡¡Leed mucho en estas navidades!!!

Yo, por mi parte, voy a releer el poemario Menos la luna y yo de Jesús Cotta, voy a terminar La cultura de la libertad, de Rafáel Gómez Pérez (el primer libro del sello editorial de mi universidad, UNIR Esenciales), voy a comenzar el nuevo poemario de Alejandro Martín Navarro, La fiesta de los vivos, y voy a disfrutar del Teatro para niños de Elena Fortún.

¡Que el Niño Dios os haga felices, y que 2014 sea un año muy poético!

domingo, diciembre 22, 2013

Películas de Adviento: Diez años de Love Actually

Hace Diez años estaba en los cines Love Actually.
Lo recuerdo con nitidez.
Era noviembre y yo estaba en Pampaluna. Hace ya diez años que viví en Pamplona. Qué niña era, con mis veinticino años a punto de ser veintiséis. Tenía tiempo para chiquilladas como entrar sola en el cine, pero no tenía tanta vida como ahora. Ahora no entraría sola en el cine... primero porque no tengo tiempo para ir, y segundo porque cuando voy tengo una legión de tías o amigas que me acompañan.
Bueno, era noviembre y yo, como todos los noviembres de mi vida, soñaba con diciembre. Alguien me dijo que echaban una peli ambientada en navidad, y allá me fui.

Por cierto, voy a hacer spoiler pero poco.




Love Actually es una película coral, es decir una sinfonía de historias, y unas han salido más logradas y otras menos. A mí no me gustó la historia del rockero borde, maldita la gracia. Tampoco la historia del inglés pesado tratando de convencer a su amigo de que las inglesas eran frígidas y que en Eh Eh Uh Uh él sería el dios del sexo. No me llevan a ninguna parte esos dos tramos de la película.

En cambio me fascinó la historia del chico y la chica que son dobladores de porno y se conocen en el plató, precisamente porque su romance está presidido por una timidez casi victoriana y el contraste es precioso.
Y me parece arrasador Colin Firth como escritor solitario que se enamora de una portuguesa que le limpia el apartamento alquilado. Y cómo aprende portugués para decir "Bonita Aurelia".  Es tan bonito.



Y la historia del chico que se enamora de la mujer de su mejor amigo es para aplaudir. Ese no enterarse nunca tan admirable que gastan los hombres, cómo el marido cree que su mejor amigo odia a su mujer "porque no es simpático con ella". Y ella tampoco se entera mucho, por eso el enamorado sin esperanza ni planes acaba montando una declaración deliciosa.  Ella es Keira, una Keira aún fresca, sin artificio, me recuerda a su actuación en "Quiero ser como Beckham" cuando era aún una cría. Y cómo, al final, él se sincera y ella lo agradece, pero no la cagan. Ya lo he dicho, spoiler total.



Conozco mucha gente que huye cuando salen niños en películas, pero a mí me encanta la historia del crío enamorado que se hace músico por amor. Y la del Primer Ministro y su discurso sobre la grandeza de inglaterra.
Y, por último,  me chifla cómo se van entrelazando y resolviendo los distintos nudos en un espacio común a los diversos personajes. Y la banda sonora de esta película es maravillosa.

Yo no sé nada de cine, de planos o de ángulos, puede que esta peli no sea buena, pero en cambio entiendo bastante de emoción. Y estas cuatro historias encadenadas, unidas a la música y a actores como Colin Firth, Hugh Grant o Emma Thompson, a mí me emocionaron hace diez años... y lo siguen haciendo hoy.

viernes, diciembre 20, 2013

La Navidad será lo que tú quieras que sea..., no lo que decida el Corte Inglés

Hace unos días, hablaba con una compañera sobre las tres culturas.
Habíamos salido a fumar (ella) y a tomar un poco el aire (yo), a una deliciosa terracita urbana desde la que se venían las azoteas de Madrid.
Nos hallábamos inmersas en un seminario sobre Literatura digital y globalización que impartía la profesora Míriam Llamas a todo nuestro grupo de Investigación, UNIRDigitales, de la Universidad Internacional de La Rioja.
Estaba resultando apasionante. Había críticos, afirmó Llamas, que hablaban ya de una "McDonalización" de la cultura, y otros en cambio ya empezaban a decir aquello de que aunque un español y un chino beban la misma Coca Cola, las sensaciones nunca serán iguales... Esto es Heráclito puro, comenté yo. Ningún hombre puede beber dos veces una Cocacola. A mis compañeros les hizo gracia la idea y
yo lancé un túit:




En el descanso para fumar, hacíamos resumen de todo lo dicho. María entonces afirmó:

- Nosotros tenemos la Navidad... que es como su Ramadán pero al revés.

Yo no entendí la frase, pero ella explicó que ellos ayunan... y nosotros venga a comer y a comprar.

-¡No! ¡Eso no es la Navidad, no solo! Eso es lo que ellos quieren que pensemos, les molesta la Navidad y la disfrazan de consumismo, así se queda calladita y sin hacer ruido, o al menos haciendo el ruido que ellos desean...

Ay Dios mío, pienso, ya estoy hablando en plural y no suele ser mi discurso para nada. Me cansa la gente que todo el día anda con eso de que estamos en manos de las multinacionales, pero es que...

-¿Entonces qué es?, me pregunta mi amiga, sacándome de mis cavilaciones.

 Una vez nos preguntaron en clase qué villancicos sabíamos, y mis compañeros rompieron a cantar aquello de "Cortilandia, Cortilandia, vamos todos a jugar..." Pero estas fechas serán lo que tú quieras, no lo que quiera el Corte Inglés. Si deseamos que todo sea distinto, podemos comenzar enseñando a nuestros hijos aquel villancico divertido y bullicioso que decía: "ya vienen corriendo por las escaleras..."

La Navidad es volver a ser niño, es que Dios vuelve a ser Niño y te quiere, y tú puedes volver a quererlo también... seas español o chino.

miércoles, diciembre 11, 2013

11- 12- 13


Dedico este post a Jesús, Josu, Marisa, María, Myriam, Mariano, Jesús, Arantxa, Manuel,  Vicky, Marian, Fermín y Mónica.

"Hoy es once del doce del trece", me advierte Jesús. "Sabía que te iba a interesar". "Tienes que escribir algo", añade Mariano. En la sala nadie da puntada sin hilo pero se oye alguna carcajada furtiva de vez en cuando.  Me quedan por corregir quince actividades, y ando a medias con las notas a pie de página de un artículo. Justo en este momento, Mónica vuelve de dar su clase.
LLego a casa y me pongo a pensar en escribir algo en este día, once del doce del trece. Algo especial. Pero todos los días son especiales. Repaso mis actos en este miércoles cualquiera buscando una grieta misteriosa que lo haga único.

Me ha despertado la encuesta absurda de Cadena 100, arrancándome la primera risa del día. He salido a las calles azules, muerta de frío pero respirando belleza. Me han saludado los dueños de panaderías y perfumerías. He entrado en calor en la oficina. He contestado mails. He preparado reuniones. He construido un par de power points. Casi me choco con el abeto verde. He recuperado un pintalabios que perdí en plena sesión online. Me ha llamado por teléfono Enrique García- Máiquez. Me ha llamado por teléfono mi padre. Me han sonreído casi todos mis compañeros y yo les he sonreído también. He comido ensalada y salchichas con mostaza y he regresado casi media hora antes a la oficina porque estaba enfrascada en mi artículo.

Tras salir del trabajo, me he comprado una máscara de pestañas de Nyx. He vuelto a mirar mis catorce poemas con ojo crítico, pero también con ilusión. He disfrutado la penumbra litúrgica. He llegado a casa y he tendido una lavadora, recordando el poema "El gobierno de diez ciudades", de Beades. He  puesto el árbol y el Belén en el cuarto de estar. He estrenado el disco de villancicos de los Fantastic Boney M, tras años de ausencia. Los encontré de nuevo en El Corte Inglés por once euros. Me chifla la música de navidad norteamericana.

Probablemente me enfrascaré en un capítulo de Downtown Abbey. Y terminaré el día leyendo el nuevo libro del poeta  Jesús Cotta. A las doce y media me dormiré. La magia del once del doce del trece va a durar mucho , mucho tiempo, pues cerraré los ojos rezando esa oración de conformidad con la Divina Providencia que me enseñó mi abuela Cecilia:
"Dios mío, como hoy, siempre. Mejor, cuando quieras. Peor... ¡ni se te ocurra!" Y la recitaba así,  tan seria.

sábado, diciembre 07, 2013

Magnolio y niñez

Voy por las calles de Sevilla como un fantasma, como en un sueño. Por el día, sol; por la noche, luces encendidas. Y magnolios.

Foto del blog Desde mi magnolio

Los magnolios tiene raíces poderosas como las manos de un hombre. Las raíces se unen y separan haciendo meandros como un río, dejando charcos de hierba verde entre ellas.
Cuando yo era niña, me sentaba debajo del magnolio a jugar a las casitas. Llevaba clics y pinipones y muebles diminutos, porque las raíces eran los tabiques de la casa y cada hueco era una habitación. Y hacía trajes de papel de plata para mis muñecos, trajes que olían a mandarina o a bollito, ya que el papel galáctico reciclado era, por supuesto, el envoltorio de la merienda.

Tenía siete, ocho, nueve años... Pero en esa mezcla mía de certeza e intuición, en ese soñar que la falda de un árbol era mi casa, me aguardaba radiante mi futuro, los años que vendrían, los veranos en Maestu y los poemas que luego escribiría.